¿Se han preguntado alguna vez por todo lo que encierra la sugerencia?, ¿qué hay en lo sugerente que nos conmueve sin saber por qué?, ¿qué posee una mirada sugerente que la hace tan atractiva?, ¿qué esconde un lenguaje sugerente que encierra tanto contenido?
Cuando somos objeto de una mirada sugerente sentimos la atracción del misterio, la sensación de ser contemplados por una atención dirigida que oculta algo mientras nos invita a lo desconocido… y no podemos dejar de reconocer que lo desconocido se muestra maravillosamente atractivo para el ser humano.
Somos así… nos atrae “aquello” que todavía no conocemos y efectivamente, una mirada sugerente conlleva en su ejecución una gran dosis de misticismo.
En el caso de la expresión corporal sucede lo mismo. Una expresión sugerente atrae mucho más que una expresión rotunda. Con su manifestar implícito, la sugerencia deja abierto el camino a todo un universo de posibilidades, mientras que lo explícito no se guarda nada para sí, lo ofrece todo, agotando en su expresión las posibilidades de interpretación de aquello que se nos tiene que entregar. Queramos o no, nos interesa mucho más lo que se insinúa y no se muestra, que lo que se manifiesta a las claras…
Cuando somos objeto de una mirada sugerente sentimos la atracción del misterio, la sensación de ser contemplados por una atención dirigida que oculta algo mientras nos invita a lo desconocido… y no podemos dejar de reconocer que lo desconocido se muestra maravillosamente atractivo para el ser humano.
Somos así… nos atrae “aquello” que todavía no conocemos y efectivamente, una mirada sugerente conlleva en su ejecución una gran dosis de misticismo.
En el caso de la expresión corporal sucede lo mismo. Una expresión sugerente atrae mucho más que una expresión rotunda. Con su manifestar implícito, la sugerencia deja abierto el camino a todo un universo de posibilidades, mientras que lo explícito no se guarda nada para sí, lo ofrece todo, agotando en su expresión las posibilidades de interpretación de aquello que se nos tiene que entregar. Queramos o no, nos interesa mucho más lo que se insinúa y no se muestra, que lo que se manifiesta a las claras…
8 comentarios:
Entrada sugerente. Pienso y vuelvo. Un abrazo.
José María, aquí te espero...
Un abrazo.
Así es mi querido Rubén, es un juego apasionado, curioso, sutil. Me pregunto que cuando llegas a conocerlo todo, si deja de interesar o hay tantas formas de sugerir como la primera vez. Quizás nunca debamos dejar que nos descubran del todo y así tener almacenados nuestros secretos más íntimos ante tales encantos.
Besos.
Lourdes, pienso que la sugerencia siempre está "ahí", pero mientras más conocemos más la olvidamos, hasta quizás llegar a un nivel de sabiduría que nos hace saber de la potencia "experiencial" y significativa de la sugerencia, algo que los poetas saben muy bien.
Quizás, Lourdes, quizás...
Besos.
Hola¡ leyendo entradas antigua de la tribu,leo una muy interesante tuya, he pinchado en tu nombre y sorpresa¡, me ha traido hasta este blog, del cual me hago seguidor.
Un abrazo amigo.
Siempre resulta más sugerente y especialmente atrae esa ingenuidad unida en una un gesto o una insinuación. El saber y descubrir todo deja de interesar, siempre hay que dejar algo por descubrir…en ello radica el encanto de seducir para ser seducidos…
Un abrazo
Jose María, celebro tu presencia en este espacio.
Un abrazo.
Sneyder, quizás la fuerza de la sugerencia resida en su capacidad inigualable para acercarnos a la totalidad.
Un abrazo.
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