martes, 16 de junio de 2009

Poesía y sentimiento humano: El evento de la lectura poética

Desde el tierno beso que anhela al amado, a la loca pasión que aprisiona sin límites, desde la verdad del amor, a la amplitud de posibilidades infinitas que proporciona la pasión; desde la cordura del amor sereno, a la pérdida de la razón durante el éxtasis amatorio... un poema es capaz de realizar un recorrido frenético por los núcleos más elementales de la amatoria humana.
Las palabras que nacen del amante hablan desde el polo activo de la relación amorosa entre dos personas, exigiendo una reciprocidad cuando menos justa, ante lo que el amante es capaz de ofrecer.
Así el juego creador que se despliega bellamente en este ámbito, nos enseña intuitivamente los caminos de la estructura sentimental fundamental del ser humano.
La fuerza primordial del poema reside germinalmente en la actividad constante desde la que habla, una actividad que al mismo tiempo se muestra respetuosa y paciente, a la espera de que la pasión expresada le sea devuelta. Se empieza con un sentimiento y se termina con una apelación, y entre medio múltiples caricias, un fuego que no cesa, y la exigencia de la locura... y más al medio aún, entre medio, todo un acto amoroso que se interna apasionadamente en el deseo... deseo de ser correspondido en la locura serena del amor.
Exige tanto la lectura profunda y la recepción auténtica de un poema -desde luego no menos de lo que aporta-, que incluso exige al lector que sienta los indicios del cosquilleo que impulsó al autor a moldear tales versos, y al buen lector, seguro que esta circunstancia no se le escapa.


jueves, 11 de junio de 2009

Los clásicos

Solemos llamar “clásicos” en el ámbito de la cultura, a aquellos autores que han alcanzado la eternidad por sus méritos creadores, aquéllos que lograron el tan preciado secreto de la eternidad, gracias a su saber inmortal. Clásicos son los que han conseguido elaborar su concepción del mundo de tal manera, que por su capacidad de captación y expresión de los secretos de la existencia, siempre serán capaces de sorprender a sus lectores. De entre las muchas y valiosísimas cualidades que hacen que un autor se convierta en clásico, destacaremos las siguientes:

* Los clásicos son capaces de intuir “aquello” que el resto ni siquiera sabemos que existe, y por ello, a su vez, son capaces de comprender “aquello” que el resto de los mortales sólo podemos intuir.

* La capacidad de expresión de un clásico encierra en sus líneas, giros lingüísticos que siempre asoman a los abismos más soterrados de lo real.

* En un clásico siempre encontramos la apertura a un diálogo interminable, colmado de silencios significativos y sabias palabras.

* La obra de un clásico alberga un misterio indescifrable, para todo aquél que se aproxime a su obra, siendo ese misterio el que esconde celosamente la esencia inabarcable de su creación.

* La intuición genial del clásico nos plantea nuevas preguntas, de las que ni tan siquiera nos hubiéramos percatado por nuestros propios medios, y su grandeza reside en la posibilidad de ofrecer al lector de cualquier época, una respuesta a sus problemas existenciales básicos.

El tema es tan sugerente como interesante, y ante la imposibilidad de abarcar en este breve esbozo, todos los “porqués” del asunto, quedo a la espera de vuestras aportaciones, para completar todas las cualidades de los clásicos que a mí se me hayan quedado atrás...