martes, 8 de febrero de 2011

El don de la genialidad


¿El genio nace o se hace? Aunque podríamos discutir largamente sobre esta cuestión, todo parece indicar que el don de la genialidad viene dado desde la cuna. La genialidad parece ser una cualidad que se tiene o no se tiene. Pensamos que el genio posee una serie de cualidades innatas que le hacen ubicarse en la existencia de una manera totalmente distinta a como nos ubicamos el resto de los mortales.
Además, la capacidad creativa del genio alcanza niveles de realidad dotados de una inigualable profundidad significativa. Por ello, la obra de un genio nunca podrá ser asumida en su absoluta totalidad. La riqueza interior de estas obras inaugura un abismo imposible de sondear. En el interior de estas obras resuena eternamente el misterioso silencio de lo insondable, de aquello que nos constituye aunque ni siquiera seamos conscientes de ello.
O dicho en otras palabras, las obras de los grandes genios son inagotables. Su riqueza sobrepasa cualquier intento de comprensión de lo que reside en semejante interior. Dichas creaciones encierran en sus versos, melodías o pensamientos la fuerza del asombro inicial que provoca el temblor de lo esencial. La fuerza germinal de dicho asombro rompe la cotidianeidad e inaugura caminos que anuncian el porvenir de lo que aún está por acontecer.
Por todo ello, podemos pensar que la intuición ante el mundo y la capacidad de creación de estos grandes genios está fuera de toda duda. Estos seres iluminados tienen la capacidad de captar en su germen aquello que indefectiblemente terminará por desarrollarse y determinarnos desde lo más hondo de nuestro ser.