domingo, 16 de agosto de 2009

...el mundo de (mis) libros...

Existe una extraña ley no escrita, pero conocida e inconscientemente ignorada entre los amantes del saber, que afirma que “La cantidad de libros a leer, será proporcional e inversamente superior a los libros leídos, conforme avance el paso del tiempo.” A este respecto, con un aire de tristeza y veracidad irrevocables, el mágico y laberíntico porteño, en una de las conferencias sobre literatura que impartió en Harvard decía:

“Alguna vez, cuando miro los muchos libros que tengo en casa, siento que moriré antes de terminarlos, pero no puedo resistir la tentación de comprar nuevos libros.”

Jorge Luis Borges

Y la verdad… es que ese pensamiento siempre lo he sentido como una experiencia cercana e inevitablemente próxima… que sé que algún día me tendrá que suceder.

* * *

No pasa un solo día sin que contemple durante un instante de plenitud silenciosa, mi preciosa biblioteca... libros de filosofía, poesía, pintura, música, escultura, ensayos, novelas, manuales... me rodean cada día cuando me siento a leer, pensar, escribir, investigar o escuchar. Es una sensación intelectualmente plena, sentirse arropado y observado por Cervantes, Homero, Leibniz o Lorca, mientras uno intenta adentrarse en lo más recóndito del alma humana. Estos peligrosos viajes no pueden realizarse solos, tal y como nos enseñó el excelso poeta italiano en su Divina Comedia. La soledad creadora, tiene que estar poblada de esas voces silenciosas y admirablemente sabias, que deben guiarnos en nuestro recorrido por el abismo.
Pero la cantidad de páginas a leer crece, y la pasión no cesa, lo que provoca irremediablemente la acumulación de libros y más libros sobre la mesa de estudio y las estanterías. Una nueva lectura te remite a otra, y ésta a otra, y esta otra menciona a un nuevo autor desconocido, que te adentra en nuevas corrientes, y así la angustia, impulsada por la vocación, se va apoderando de la pasión, desembocando finalmente en una serie de cálculos matemáticos inexplicables: “¿Cuánto tiempo necesitaré para poder leer todo el material que tengo acumulado?” Probable y tristemente, más de una vida... lo sé.
Y ante esta situación, emerge instintivamente en mi interior, la coherencia absurda que me hace pensar en la amplitud inabarcable del saber, según la cual y apoyándome en mis compañeros de viaje, pienso inútilmente en los esbozos vislumbrados:

“¡Cuánta razón tenía el poeta! ...”

“Retirado en la paz de estos desiertos,
con pocos, pero doctos libros juntos,
vivo en conversación con los difuntos,
y escucho con mis ojos a los muertos.”

Francisco de Quevedo