lunes, 30 de noviembre de 2009

El silencio


















Muñoz Martínez, R. Tratamiento ontológico del silencio en Heidegger. Fénix. Sevilla. 2006. (89 págs.)

El silencio es un tema apasionante e inabarcable. Es curioso que se pueda hablar tanto, de algo que precisamente se caracteriza por su imposibilidad de decir. Pero precisamente ésta es su maravillosa cualidad. El silencio no es hablante, pero sin embargo sí es significativo. Situaciones que encierran una gran carga intelectual o emocional se dan en silencio (el acto de escribir, una oración, la escucha atenta, el desarrollo de un pensamiento...).
No debemos tomar el silencio como una mera localización física, en donde lo que sucede es que nada se dice ni nada se oye. Cuando nos referimos al silencio de una manera profunda estamos aludiendo al “silencio trascendental”, a aquel que resuena por detrás del silencio físico, significando aquello que nos sucede. Hemos de saber que estamos hablando de un tema de gran hondura ontológica.
Cuando quedamos desbordados por una enorme carga de sentido, ya sea la contemplación de una obra de arte, la aparición de una intuición genial, la escucha de un pensamiento grandioso, la vivencia de una situación enormemente feliz o infeliz... el silencio nos envuelve apasionadamente.
A la hora de detenernos a estudiar el fenómeno del silencio, hemos de ser conscientes de que tenemos que tratar una cantidad enorme de aspectos implicados en este tema. Así, en un estudio sobre esta cuestión hay que hablar del silencio auténtico e inauténtico, del silencio en la religión, en el arte, en el psicoanálisis, en el pensamiento...
Particularmente, este tema siempre me ha interesado de manera especial y he abordado su estudio de manera concreta en distintos trabajos. En el día de hoy les dejo una referencia de uno de ellos, Tratamiento ontológico del silencio en Heidegger, en donde trato el asunto del silencio en el pensamiento, a partir de la obra de Martin Heidegger.
* * *
Si alguien estuviera interesado en este trabajo, todavía está a tiempo de adquirir algún ejemplar en la Librería Yerma (C/José Recuerda Rubio s/n, 41018 (Sevilla); junto a la Facultad de Filosofía), donde todavía reposan algunos de los últimos ejemplares aún existentes de la primera edición. Si alguno de ustedes no pudiera conseguir el libro de esta manera, también podría ponerse en contacto conmigo y ya estudiaríamos la manera de hacer llegar un ejemplar.
***
P.S.: Hasta ahora no he encontrado ningún otro trabajo que trate el tema del silencio en Heidegger de una manera explícita. Si alguien conociera algún trabajo de esta índole, le agradecería que dejara por aquí la referencia del mismo.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

El sugerente encanto de lo poético

Centrémonos ahora en el terreno intangible de lo poético, y desde nuestra reflexión anterior, apliquemos lo meditado al ámbito de la poesía. ¿Dónde reside la esencia de este tipo de lenguaje?
Cuando el poeta escribe sobre un objeto, lo hace mediante el juego de la sugerencia. Mediante su decir, el poeta "trae a presencia" su verdadero objeto de reflexión sin nombrarlo y así, con el suave balanceo de las palabras elegidas nos envuelve en un universo infinito, donde quedamos atrapados por el misterio de lo que no ha sido dicho.
El poeta, al hacer poesía, nos habla de un objeto concreto mediante un tratamiento universal del mismo. El poeta habla del río, exaltando las cualidades universales más definitorias de “aquello” que hace a un río ser río; al hablar del amor sucede lo mismo, el poeta habla del amor sin nombrar directamente a la amada, sino exaltando las cualidades más incisivas del amor como experiencia universal. Se hable de lo que se hable, el poeta siempre nos muestra la esencia de las cosas sin nombrarlas directamente y esa es precisamente su grandeza.
En ese “no decir”, gracias a las posibilidades de la sugerencia, el poeta abre un horizonte significativo donde las cosas se presentan en total libertad. Al ser llamadas sin imposición, sin ser forzadas a decirse de una determinada manera, las cosas se muestran tal cual son de manera natural. De este modo la palabra poética crea un espacio libre, en donde la cosa puede llegar a mostrarse plenamente desnuda.
En la poesía las cosas son dichas sin ser nombradas y en ese decir que se pronuncia a través de una expresión abierta, se hace uso de una pluralidad significativa que nos trae la cosa poetizada de una manera plena.
Con esta manera de decir, el poeta alcanza la mirada de la inocencia, la mirada del niño que accede a las cosas por primera vez, y este hecho se da gracias a la posibilidad de la sugerencia, la cual nos trae las cosas sin nombrarlas, permitiendo así que éstas puedan mostrarse libre y naturalmente, en un ofrecimiento que no las encierra en ningún tipo de corsé creado a posteriori por el hombre. De ahí que los poetas siempre anden buscando las cosas por detrás de los nombres y a través del silencio.

¿Habrá alguna palabra más plena que el silencio de las cosas?