La obra de Chillida manifiesta un peregrinar constante hacia el silencio. El escultor vasco afirmaba que sus esculturas eran “silenciosas, porque no pretenden llamar la atención, sino adentrarse en lo desconocido.” Atendiendo a estas palabras, bien podemos calificar a Chillida como un místico de la materia. Chillida siempre estuvo a la escucha del silencio, en un hermosísimo intento por recorrer los lindes de las cosas, ese “no-lugar” donde las cosas dejan de ser y quedan sumidas en un silencio indescifrable.
El universo de Chillida se muestra como un universo intuitivo, poético, donde prima la capacidad de asombro y la actitud instaurada en la pregunta. Más que ocupar espacio, la escultura de Chillida pretendía vaciar -desocupar- el espacio mismo. Se trataba de despojar de lo accidental hasta llegar a lo esencial. Al igual que el poeta depura el lenguaje en busca del silencio original, Chillida depuraba la materia en busca del vacío. Así fue como Chillida intentó escuchar la intimidad silenciosa de lo que nos rodea, en un intento fascinante por penetrar la espiritualidad más pura de la materia.
El universo de Chillida se muestra como un universo intuitivo, poético, donde prima la capacidad de asombro y la actitud instaurada en la pregunta. Más que ocupar espacio, la escultura de Chillida pretendía vaciar -desocupar- el espacio mismo. Se trataba de despojar de lo accidental hasta llegar a lo esencial. Al igual que el poeta depura el lenguaje en busca del silencio original, Chillida depuraba la materia en busca del vacío. Así fue como Chillida intentó escuchar la intimidad silenciosa de lo que nos rodea, en un intento fascinante por penetrar la espiritualidad más pura de la materia.