Hace un par de semanas saltó a la noticia un matemático ruso que se había negado a recoger el premio que le fue otorgado por la Fundación Clay -y la dotación económica de un millón de euros que el mismo trae consigo-, al haber resuelto uno de los denominados enigmas matemáticos del milenio (la “Conjetura de Poincaré”). Lo curioso del caso es que el problema fue resuelto por un matemático que ni tan siquiera ejerce dicha actividad profesionalmente, sino simple y llanamente por puro interés personal, algo admirable y difícil de encontrar en los tiempos que corren.
En 2006 al citado matemático, Grigori Perelman, ya le fue concedida la Medalla Fields por la resolución de dicho enigma. Este reconocimiento, equivalente al Nobel de las matemáticas, igualmente fue rechazado. Para mayor asombro ha de saberse que el genio ruso consiguió alcanzar esta resolución, sin mantener contacto alguno con el mundo académico oficial. El matemático apenas mantiene correspondencia con otros colegas, por lo que habría sido capaz de resolver el enigma de una manera solitaria y en un anonimato absoluto. La resolución matemática pudo ser conocida por todos, gracias a que Perelman publicó sus resultados en internet.
Al parecer, Perelman vive en un pequeño apartamento de San Petersburgo junto a su madre, donde ambos subsisten de la escueta pensión de viudedad de la señora y de lo poco que consigue ganar con algunas clases particulares. ¿Estaremos ante la figura de un auténtico sabio, preocupado únicamente por la verdad del conocimiento?
Una vez más nos hallamos ante una complicada y delicada frontera, que nos hace pensar en la ya manida pregunta: ¿Genialidad o locura?
“No necesito nada.”
Grigori Perelman
En 2006 al citado matemático, Grigori Perelman, ya le fue concedida la Medalla Fields por la resolución de dicho enigma. Este reconocimiento, equivalente al Nobel de las matemáticas, igualmente fue rechazado. Para mayor asombro ha de saberse que el genio ruso consiguió alcanzar esta resolución, sin mantener contacto alguno con el mundo académico oficial. El matemático apenas mantiene correspondencia con otros colegas, por lo que habría sido capaz de resolver el enigma de una manera solitaria y en un anonimato absoluto. La resolución matemática pudo ser conocida por todos, gracias a que Perelman publicó sus resultados en internet.
Al parecer, Perelman vive en un pequeño apartamento de San Petersburgo junto a su madre, donde ambos subsisten de la escueta pensión de viudedad de la señora y de lo poco que consigue ganar con algunas clases particulares. ¿Estaremos ante la figura de un auténtico sabio, preocupado únicamente por la verdad del conocimiento?
Una vez más nos hallamos ante una complicada y delicada frontera, que nos hace pensar en la ya manida pregunta: ¿Genialidad o locura?
“No necesito nada.”
Grigori Perelman